La ley de la entrega dice que perderse a uno mismo en otra persona es la mejor manera para encontrar el verdadero yo. La entrega surge al liberarse de la demanda de separación del yo. La entrega y el desapego abren el camino a lo milagroso pues los milagros existen fuera del reino del yo, del “mío”. Muchas personas confunden erróneamente el apego con el amor cuando en realidad el apego nos priva del amor. El apego va siempre preguntando: “¿Qué puedo sacar de esto? ¿Qué puedo obtener para mi beneficio? Este impulso por poseer viene del miedo, y el miedo es lo opuesto al amor. El apego es siempre exclusivo, el amor es inclusivo. El apego es esclavitud, el amor es libertad. El apego demanda, el amor no. El desapego es un estado de libertad que preserva e incrementa tu amor hacia la otra persona. El apego siempre busca controlar; y las personas controladas temen profundamente el abandono. Cuando nos entregamos verdaderamente no sentimos la necesidad de controlar, engatusar, convencer, intimidar, manipular, insistir, rogar, o seducir. Sabemos cómo abrirnos y esa apertura permite que el amor entre y haga milagros.
En el estado de entrega y desapego, los amantes manifiestan ciertas características:
· No se dejan llevar por el miedo o la ira.
· Confían en que el universo esta de su lado.
· Cultivan sus deseos en lo más profundo de su corazón y los realizan con su yo más elevado.
· Confían en sí mismos.
· Comparten la dulzura y ternura de su amor con los demás.
· Ponen toda la energía de su amor en cada acto.
· Cultivan la paz del silencio interior.
· Saben que no existen las pérdidas, sólo las transformaciones. Los ingredientes de la vida cambian de un planeta a otro sin distorsionar el exquisito balance del universo.
Cuando la gente me pregunta cómo hacer para que su relación sea más espiritual, me refiero a este modelo. Creo que la entrega se acerca mucho a la santidad. En realidad, no logro ver frontera alguna entre ambas. Es una lástima que la espiritualidad occidental haya dividido dichas experiencias, al hacer de los amantes y los santos dos especies distintas del reino humano. Si eres lo suficientemente afortunado para seguir el camino del amor hasta lograr la entrega total, comprobarás que este cisma es falso y perjudicial para el amor. Rendirse ante otra persona es rendirse frente al espíritu, pues si te entregas como una persona a otra, el resultado final es cierta esclavitud entre dos individualidades, dos egos. Por el contrario, si renuncias a ti en la intimidad, donde todo se sabe y es aceptado, no hay lugar para la personalidad. Te das al núcleo de la existencia, que en la tradición ha recibido el nombre de “yo”. En las Brihadarunyaka Upanishad, cuando un rey y una reina discuten sobre el amor ideal, el esposo le dice a la mujer: “Recuerda, tu no me amas, amas al yo a través de mi. No haces nada por mi, sino por el yo.” En este sentido, entregarse al otro es el acto más egocéntrico que puedes realizar; el secreto reside en que tu yo y el yo de quien amas sean el mismo.
En resumen: entregarse a otro hace del amor una experiencia atemporal. Conlleva la pérdida del yo. Abre la puerta al mundo de los misterios que se revela como el mundo de los enamorados, para después convertirse en un lugar abierto a todo aquel que sea capaz del desapego.
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