miércoles, 10 de junio de 2009

Soledad



El hombre corriente sigue tratando de olvidar su aislamiento y el meditador empieza a familiarizarse más y más con su soledad. En tiempos pasados abandonaba el mundo; se iba a las cuevas, a las montañas, al bosque, con el único propósito de estar solo. Quiere ser él mismo. En una multitud, es difícil; hay muchas trabas. Y los que han conocido su soledad han conocido la mayor dicha posible para los seres humanos, porque tu ser mismo está dichoso.
Después de estar en armonía con tu soledad, te puedes relacionar; entonces tu relación te aportará grandes alegrías, porque no se basa en el miedo. Al encontrar tu soledad puedes crear, puedes ocuparte con todo lo que quieras, porque esta ocupación ya no será una huida de ti mismo.


Ahora será tu expresión; ahora será la manifestación de todo lo que constituye tu potencial. Sólo un hombre así, da igual que viva solo o viva en la sociedad, que se case o permanezca soltero, es siempre dichoso, siempre en paz, en silencio. Su vida es una danza, es una canción, es un florecimiento, es una fragancia. Haga lo que haga, le aporta su fragancia.


Pero lo primero y lo básico es conocer tu soledad absolutamente. Esta huida de ti mismo la has aprendido de la multitud. Como todo el mundo está huyendo, tu también empiezas a huir. Todo niño nace en una multitud y empieza a imitar a la gente; lo que hacen los demás, él lo empieza a hacer también. Cae en las mismas situaciones deplorables en las que están los demás, y empieza a pensar que así es la vida. Y se ha perdido la vida completamente.


Así que te recuerdo que no malinterpretes la soledad como aislamiento. El aislamiento es ciertamente una enfermedad; la soledad es la salud perfecta.

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